"En la actualidad existen dos superpotencias, una es Estados Unidos, la otra, eres tú"
José Saramago, manifestación contra la guerra del 15 de marzo de 2003
En el año 2000, el mundo parecía tomar un nuevo rumbo. A lo lejos estaban las elecciones americanas de noviembre, con dos candidatos( y Nader). Al Gore, quien había demostrado como vicepresidente grandes dotes de estadista, una visión social del mundo y de la economía, y tras el incidente del East River, comenzó a sensibilizarse respecto a temas medioambientales. No era la panacea, pero apuntaba maneras, tenía poco carisma, pero sus números le avalaban, sus ideas le avalaban y a todas luces parecía que sería quien trasladaría al despacho oval en febrero. El otro candidato, George W. Bush, militar de pasado controvertido, ridiculizado en varias entrevistas previas a la campaña electoral, parecía que sería otro Bob Dole, pero contaba con importantes acreedores del negocio del petróleo y toda la troupe "neocon" de amigos de papá. Además de su querido hermanito Jeb gobernando el importantísimo estado de Florida. No hablaré de papeletas perforadas, ni del daño que le hizo la candidatura de Nader a Gore, ni de trampas electorales que olían a pucherazo venezolano. Sólo diré que el resultado de esas elecciones acabó con aquella luz que habíamos vislumbrado un año antes. Los poderosos seguirían gobernando el mundo con el apoyo de una democracia hecha a medida y tan transparente como la atmósfera de un pantano.
Los "neocon", tenían un proyecto, un proyecto que debían llevar a cabo para asegurarse el poder en la centuria entrante. Una maraña de Greenspans, Madoffs, Enrons y Halliburtons entraron en los pilares económicos mundiales para ir cogiendo trocitos de la roca que los forma para ir haciéndose sus casitas. El pueblo americano seguía pidiendo explicaciones, el Tribunal Supremo seguía investigando papeletas desaparecidas, personas que no pudieron votar por tener una multa de aparcamiento y ser de color. Hasta que llegó el fatídico 11-s, día en que se callaron todas las voces y todas las sospechas, aquel día el mundo sólo sabía y podía llorar la tragedia. En dos años, habían vuelto los 90, no existía luz de principio de siglo, sino tinieblas y desconfianza. Pero entre tanta tristeza, algunos vieron el "Klondyke", la mina de oro, "La guerra de papá".
El miedo y la desconfianza no se quedaron al otro lado del Atlántico, los años 2001, 2002 y 2003 fueron especialmente duros para aquellos que habíamos visto la necesidad y la posibilidad de reinventar la sociedad. Por aquellos años yo ayudaba a un grupo sindical estudiantil, sin llegar a pertenecer al mismo, porque no coincidía con muchas de las personas que lo constituían. Yo ayudaba en la parte creativa, lemas, pancartas e incluso discursos. Discursos que trataba de liberar de estereotipos, trataba de escarbar más al fondo de los problemas y presentar alternativas. Había dos grandes monstruos amenazando el sistema educativo, la LOU y la LOCE. Ambos sistemas, como todos los sistemas educativos que hemos tenido en este país, eran imperfectos. Está claro que era necesaria una reforma del sistema, que la LOGSE había elevado el fracaso escolar, el absentismo y había creado una juventud con un futuro incierto, quizás más por falta de motivación que por otros motivos. La intención del nuevo sistema abogaba por la segregación, por que los menos aptos o más problemáticos acabasen en "clases ghetto", y los más aptos tuviesen que elegir su destino desde muy temprana edad. Además, el sistema de reválida, sería dirigido por los propios centros y no por las universidades, lo cual dejaba bastante manga ancha a favoritismos de todo tipo. Y la dichosa LOU, que pretendía elevar los precios de la educación universitaria pública hasta niveles inaccesibles para muchas familias, reducción de becas y una universidad privada más fuerte y con mayor apoyo estatal. Un sistema más parecido al americano, en el que un título de una universidad pública vale poco más que la etiqueta de una mahou.
Nosotros nos echamos a las calles para protestar las injusticias, como habíamos aprendido de nuestros "hermanos mayores" de Seattle. Manifestaciones pacíficas y lo más originales posibles, a pesar de que grupos que no nombraré aún, se lanzasen al tópico de manifestante. Manifestaciones con datos de asistencia falseados por las autoridades, la Gran Vía de Salamanca abarrotada, tráfico cortado, pasquines por todos sitios. Tratábamos de llevar las ideas con lenguaje simple y directo. La autoridad ejercía con fiereza, a pesar de lo pacífico de las marchas, éramos registrados contínuamente y se nos requisaron pancartas y propaganda. A las puertas de mi instituto comenzó a aparecer policía. Una vez, el director medió ante el decomiso de 300 pasquines que simplemente contenían extractos de la LOCE, tomados al pié de la letra, el policía alegó que pertenecíamos a "un grupo ideológicamente peligroso con raíces de extrema izquierda". Un chico y una chica de dieciséis años saliendo de un instituto con una caja de zapatos con fotocopias en su interior son personas que deben ser vigiladas de cerca, próximo destino, CNI.
La guerra parecía un bulldozer imparable, y se constituyó como otro frente de protesta para la juventud mundial. Ésta vez no estaba sóla, todo el mundo arropó un mensaje irrebatible, la paz. "Paz" es el argumento más poderoso. En cualquier frase que quieras formar con la palabra "Paz", es la palabra que brilla por encima de todas. Se pedía "Paz y amor", "Paz en la Tierra a los hijos que ama el Señor", "Paz a los judíos y los gentiles", "Paz" a secas. Desde el fallecido Juan Pablo II hasta Javier Bardem, todo el mundo decía "No a la guerra".
La máquina tenía hambre, necesitaba héroes que no eran tales, inocentes masacrados, reconstrucciones imposibles, enemigos, ejes del mal, madres de soldados llorando ante ataúdes arropados por banderas que representan valores que no representan muchas veces a quienes las agitan. La máquina necesitaba crear incertidumbre, niebla y miedo, para que no pudiésemos ver lo que había detrás de todo ello. Y no hablo del petróleo iraquí, hablo de lo que ocurría en cada casa. Decretazos, sistemas sanitarios que no alcanzan a toda la población, dinero para alimentar a empresas fantasma, fantasmas creando empresas, Fanny Mae, Freddie Mac creando basura. Y nosotros mirando hacia Irak, los árboles nos impedían ver el bosque. Los neoconservadores tenían entretenidos a sus enemigos y en pie de guerra a sus filas, mientras agitaban el avispero con un palo. Creyéndose superiores a las insignificantes, pero impredecibles, avispas.
Alberto Montt, grandísimo humorista gráfico
Mañana la tercera parte
1603. Nuevas trincheras
Hace 3 días
2 comentarios:
Es que el calvo lo dice bastante mejor que yo...
La Zona Cero está en el alma de occidente,
cerca del corazón, en un solar de Manhattan.
Cayeron los gigantes. Lágrimas de septiembre.
Lágrimas de carne y metal.
El planeta contuvo la respiración.
Los hijos del ocaso se armaron en respuesta.
Que pena que no sepas repartir tu piedad.
También que cada herida en la piel de este planeta
es una Zona Cero que llorar.
Y abres otra herida repitiendo el mismo error.
La Zona Cero sangra en la ruinas de Kabul.
Una boca sin dientes sonríe bajo un burka.
La Zona Cero extiende sus manchas hacia el sur.
Y no hay septiembres ni lamentos
para esta tierra agujereada por el fuego.
Rodeado de alambradas, muy cerca de Belén,
En plena Zona Cero nació el hijo de un dios.
Los olivos se secan y Palestina ve
como bajo los escombros duermen
palomas que se esconden del invierno.
Y ahora tú, mi amor,
pequeña gran superpotencia
despiértame
y dime que las cosas va a marchar bien.
Que sembrarás de flores toda la ciudad.
Que me harás temblar.
Y ahora ven, mi amor,
salgamos a la calle bien temprano
para gritar
que en nuestro nombre nunca deberán cortar
las manos que sembraron,
que dieron calor.
Y si es en su nombre,
yo maldigo a dios.
Desde un hotel contempla la bella Scherezade,
cegada por las llamas, las calles de Bagdagd.
Las mujeres se esconden del lobo en Ciudad Juárez.
Y en un semáforo de Río de Janeiro
los niños comen plomo y papel de celofán.
En África la Zona Cero hincha los vientres
y llenará sus camas de sombras y delirios.
Un indio en una selva hoy sueña con serpientes.
Y en un café de Grozni los más viejos
lloran por la calma que no volverá.
Pues eso mismo :)
Tu confianza en un mundo mejor es bella, pero se basa en un ideal de humanidad del que yo no gozo. Un saludo, en espera de la tercera parte.
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