Este post iba a titularse “MI AMIGO TAMBORILERU” en honor a mi amigo D que ayer hizo lo que los modernos llaman “jam session”, es decir, un concierto espontáneo de gaita y tamboril, instrumentos que domina a la perfección y para los que rescata canciones perdidas en el tiempo. Podría haber hablado también de cómo han decaído las fiestas de Fuenteguinaldo, de cómo los que se hacen llamar amigos míos en el pueblo se aburren como ostras y me señalan con el dedo si trato de divertirme un poco bailoteando. Pero voy a hablar de la paella multitudinaria que se está cocinando delante de mi casa mientras escribo estas letras, que no cuando cuelgue esta croniquilla. A las nueve de la mañana comenzó todo, mientras yo dormía, los empleados del ayuntamiento enlonaron la plaza “del Caño” para que hubiese sombra suficiente y prepararon todo para la llegada del chef, traído desde las lejanas tierras de “La Armuña”, región charra famosa por sus legumbres no por sus paellas gigantes. El personaje en cuestión creo que se hace llamar “Gran Curro” y no es porque tenga un pico de color arco iris ni una cresta larga como el de la Expo´92, sino porque lo pone en su camiseta. Y grande es de cojones, unas espaldas y un cuello que parafraseando a Langui de “La Excepción” “un cuello que diquela ande anduviera”. Pero todo lo que tiene de grande el “Gran Curro” lo tiene de cerdo. Sacó la paellera, hizo lumbre en el regato( por donde hasta hace siete años corrían nuestras cagalutitas), y se puso manos a la obra. No, no se acercó al caño a lavarse las manos. Mis ganas de comer paella descendían a la velocidad de la luz( ¿quien dijo que no podría alcanzarse?). Mi madre miró a mi padre mi padre me miró a mí y yo ya supe que tenía que encender lumbre en la chimenea de arriba. Después ha llegado el momento de la llegada de los comensales, cada cual con el caldero más grande para recibir más ración, me parece a mí que se van a quedar con hambre y voy a tener que apuntalar la casa con tablones para no recibir el ataque de un pueblo hambriento como en “28 semanas después” o “La noche de los muertos vivientes”, porque con una paellera de metro y medio de diámetro no das de comer a las masas, si acaso a la alcaldía, familiares y amigos…retiro lo último, amigos no hay muchos por aquí. Pero dejando la crítica a un lado, me gusta la propuesta ya que nunca se había hecho en el pueblo, y por un día la gente se olvida de las rencillas( no me creo esto que estoy escribiendo) y trata de divertirse. Después bajará “El Sombrerín” con su gaita y su tamboril, a tocar las cuatro canciones que se sabe como suele decir D encabronado. La semana que viene huiré con A y con D, si se apunta claro, a Salamanca, a darle una vuelta a la casa y a fiestear un poquito, así que si estáis por allí el jueves y el viernes dadme un toque los que queráis verme.
3 comentarios:
Eso de que antiguos amigos te señalen con el dedo me suena de algo. Que les den. A lo que iba, que me alegro que tu amigo D intente que no se pierdan las tradiciones, eso que antes unía al pueblo y ahora no se por donde queda. Que lo pases bien por Salamanca. No bebas, no cometas excesos, ya sabes...
Tenías que haber colgado foto de la paella, pero aun así, creo que no probaré el arroz en un par de días.
...el gran curro...sin palabras, oye...
Creo que es injusto y superficial el comentario sobre la paella, a parte de que no tenga mucha higiene, le salen muy buenas, y creo que has bebido y estado en lugares mas sucios, como no recordar los baños del bolero, calle mayor, potenkim, ... pero claro, borracho da igual, que yo sepa todo su material esta limpio y si no se lava las manos, no sufras, te recuerdo que la paella lleva agua e hierve, como te preparaba tu madre los biborones y no creo que la mires con asco, o los proximos pezones que lamas, pasales alcohol, a saber donde han estado.
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